SE LARGA LA SEGUNDA

Los Miercoles es Cineclub en La Cumbre

Largamos la semana pasada: afuera de la sala hacía mucho frío, pero en el Berti el calor era ostensible. La niebla quizás impedía salir de las casas y acercarse al cine. Quienes lo hicieron, sospecho, quedaron satisfechos: viajar al África y confrontar con los límites de nuestra racionalidad blanca es una experiencia bienvenida. Comenzó el cineclub, y ahí estamos, como siempre, intentando dar lo mejor. Este miércoles vamos con una comedia psicoanalítica, y como sucede con Un método peligro, aquí también ligeramente chocan Freud y Jung, pero es un tema secundario.

2 de mayo, a las 20.30hs:

Sobreviviendo a la vida (teoría y práctica), de Jan Svankmajer, República Checa, 2011

108’ / +13

Cortometraje: Luminaris(6’), de Juan Pablo Zaramella, Argentina, 2011

Esta introducción amable y elemental al psicoanálisis en manos del maestro checo Jan Svankmajer, a pesar de su voluntad didáctica, no traiciona ni el estilo del director ni sus obsesiones, aquí matizadas pero siempre presentes. El deseo ha sido siempre uno de los temas preferidos del responsable de Conspiradores de placer, pero aquí la exploración, en contra de todos los pronósticos, es mucho más ortodoxa; los fetiches se circunscriben legítimamente a una cartera de cocodrilo y las perversiones escasean. Como le explicará en su primera sesión la analista de Evzen, un oficinista que atraviesa una crisis existencial a mitad de su vida, “los sueños no son sino deseos que se cumplen”. En efecto, Evzen está obsesionado con una bella mujer cuyo nombre se va desplazando y cambiando a medida que ella aparece en sus sueños, y a la que el protagonista, que está casado, no logra ni identificar ni asociar con nadie de su vida “real”. Las gallinas, los huevos, los reptiles, una vieja que dice ser Napoleón o Brahma, fajos de billetes con el semblante de esa mujer misteriosa, una calle, un cine llamado “Mundo”, juguetes específicos son algunos de los signos que se repiten en la trama onírica; los detalles dispersos a lo largo de toda la película son fundamentales. El característico impulso surrealista de Svankmajer lo lleva a trabajar una puesta en escena que no distingue con claridad los eventos de naturaleza onírica de los diurnos, como si el realizador estuviera sugiriendo una interacción mucho más poderosa que la usual entre esos dos estados de experiencia. En ese sentido, la animación (stop motion) y el registro de cámara también se entremezclan, y el trabajo de montaje acentúa constantemente el paso heterodoxo de primerísimos planos a planos generales, de tal modo que la contigüidad siempre resulta enigmática, lo que sucede aun con las proporciones asimétricas entre objetos y sujetos. Si bien durante las sesiones los retratos de Freud y Jung se disputan los logros de la terapeuta, la orientación es más freudiana que jungiana (y lacaniana), pues la resolución del trauma del protagonista es casi una pieza ilustrativa de un buen manual introductorio al psicoanálisis freudiano. (Roger Koza)

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