El Presidente y su relación con los medios de prensa
No dió jamas una conferencia de prensa
Hace al ejercicio republicano y contribuye a que la opinión pública se informe mejor, que pueda tener elementos de juicio para que cada uno se forme su propia opinión...
Que el presidente de la República, los ministros del Poder Ejecutivo y los legisladores polemicen con la prensa, respondan a sus acusaciones o interpretaciones y den su propio punto de vista y su versión de los hechos o problemas en debate, todo eso es positivo. Y lo es porque hace al ejercicio republicano y contribuye a que la opinión pública se informe mejor, que pueda tener elementos de juicio para que cada uno se forme su propia opinión.
Pero de ahí a que el Gobierno se sienta “censurado” por la prensa o que atribuya a determinados medios periodísticos intenciones desestabilizantes o conspirativas, hay una distancia muy grande. La senadora Cristina Fernández de Kirchner dedicó parte de su exposición de más de dos horas de duración a atacar a los medios de comunicación, poniendo en duda la honestidad o la competencia intelectual y profesional de determinados periodistas.
Al hacer esta distinción, la senadora admitió de modo implícito que hay medios que no critican al Gobierno, incluso que lo apoyan, lo que resulta lógico en un país donde impera la libertad de prensa y el pluralismo informativo. Lo que no resulta lógico es que la senadora y primera dama se ensañe con aquellos medios que tienen una posición más crítica frente al Gobierno y que respecto de determinados temas –como los superpoderes y los decretos de necesidad y urgencia– hayan mantenido una línea informativa y editorial muy firme y clara.
Lo que hay que debatir son los temas, y la senadora defendió la posición gubernamental con argumentos sólidos y coherentes, recordando de paso que gobiernos anteriores habían apelado a poderes especiales y decretos de necesidad y urgencia. Pero, por aquello de que “mal de muchos consuelo de tontos”, no se puede evocar las culpas ajenas para justificar las propias.
Por otra parte, no se puede transformar la necesidad en virtud, como no se puede vivir en un eterno estado de emergencia que justificaría la concentración de poderes. El actual Gobierno nacional tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso y el país atraviesa un período de relativa estabilidad económica, después de cuatro años consecutivos de crecimiento. Y si bien queda una enorme deuda social, nada justifica que el Poder Ejecutivo asuma facultades especiales o extraordinarias, ya que sobre la necesidad de responder a esa deuda con la sociedad hay un consenso prácticamente unánime.
De lo que se trata es de que el gobierno del presidente Kirchner ha dado signos claros de marchar a un sistema hegemónico, con mayoría electoral y legislativa y en el que la categoría “pluralismo” se emplea sólo para significar adhesiones prácticamente incondicionales, para lo cual el Gobierno no vacila en sus intentos de dividir a la oposición a través del uso discrecional de los recursos de un Estado hoy superavitario.
El presidente Kirchner, en una reunión con intendentes radicales y vecinalistas, tuvo esta equívoca frase: “Muchas veces algunos periodistas nos dicen de la hegemonía, pero se olvidan los que hablan que son dueños de radios y canales, y eso, más que libertad de prensa es libertad de empresa”. El jefe del Estado al parecer olvida que ambas libertades son inseparables; que los diarios, radios y canales de televisión se constituyeron a partir de pequeñas y después medianas y grandes empresas; que un diario es a la vez una empresa periodística que compite en un determinado mercado, el de la información, sin renunciar por ello a una línea de pensamiento y a determinados valores.
El Presidente instó a los medios a investigar, pese a que éste es un Gobierno que no acepta críticas y menos aún investigaciones periodísticas, y no respondió al tema de los riesgos de hegemonía advertidos por algunos medios de comunicación. Y un sistema hegemónico se caracteriza, entre otras cosas, por pretender gobernar con facultades y poderes especiales.
Por todo ello, bienvenido sea el debate entre el Presidente y los medios, pero que sea un debate sobre ideas, conceptos, en el que se demuestre conocimiento de los temas, honestidad intelectual y lógica argumentativa, como decía la senadora Cristina de Kirchner, sin descalificar a los medios ni a nadie.
Fuente La Voz del Interior
Pero de ahí a que el Gobierno se sienta “censurado” por la prensa o que atribuya a determinados medios periodísticos intenciones desestabilizantes o conspirativas, hay una distancia muy grande. La senadora Cristina Fernández de Kirchner dedicó parte de su exposición de más de dos horas de duración a atacar a los medios de comunicación, poniendo en duda la honestidad o la competencia intelectual y profesional de determinados periodistas.
Al hacer esta distinción, la senadora admitió de modo implícito que hay medios que no critican al Gobierno, incluso que lo apoyan, lo que resulta lógico en un país donde impera la libertad de prensa y el pluralismo informativo. Lo que no resulta lógico es que la senadora y primera dama se ensañe con aquellos medios que tienen una posición más crítica frente al Gobierno y que respecto de determinados temas –como los superpoderes y los decretos de necesidad y urgencia– hayan mantenido una línea informativa y editorial muy firme y clara.
Lo que hay que debatir son los temas, y la senadora defendió la posición gubernamental con argumentos sólidos y coherentes, recordando de paso que gobiernos anteriores habían apelado a poderes especiales y decretos de necesidad y urgencia. Pero, por aquello de que “mal de muchos consuelo de tontos”, no se puede evocar las culpas ajenas para justificar las propias.
Por otra parte, no se puede transformar la necesidad en virtud, como no se puede vivir en un eterno estado de emergencia que justificaría la concentración de poderes. El actual Gobierno nacional tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso y el país atraviesa un período de relativa estabilidad económica, después de cuatro años consecutivos de crecimiento. Y si bien queda una enorme deuda social, nada justifica que el Poder Ejecutivo asuma facultades especiales o extraordinarias, ya que sobre la necesidad de responder a esa deuda con la sociedad hay un consenso prácticamente unánime.
De lo que se trata es de que el gobierno del presidente Kirchner ha dado signos claros de marchar a un sistema hegemónico, con mayoría electoral y legislativa y en el que la categoría “pluralismo” se emplea sólo para significar adhesiones prácticamente incondicionales, para lo cual el Gobierno no vacila en sus intentos de dividir a la oposición a través del uso discrecional de los recursos de un Estado hoy superavitario.
El presidente Kirchner, en una reunión con intendentes radicales y vecinalistas, tuvo esta equívoca frase: “Muchas veces algunos periodistas nos dicen de la hegemonía, pero se olvidan los que hablan que son dueños de radios y canales, y eso, más que libertad de prensa es libertad de empresa”. El jefe del Estado al parecer olvida que ambas libertades son inseparables; que los diarios, radios y canales de televisión se constituyeron a partir de pequeñas y después medianas y grandes empresas; que un diario es a la vez una empresa periodística que compite en un determinado mercado, el de la información, sin renunciar por ello a una línea de pensamiento y a determinados valores.
El Presidente instó a los medios a investigar, pese a que éste es un Gobierno que no acepta críticas y menos aún investigaciones periodísticas, y no respondió al tema de los riesgos de hegemonía advertidos por algunos medios de comunicación. Y un sistema hegemónico se caracteriza, entre otras cosas, por pretender gobernar con facultades y poderes especiales.
Por todo ello, bienvenido sea el debate entre el Presidente y los medios, pero que sea un debate sobre ideas, conceptos, en el que se demuestre conocimiento de los temas, honestidad intelectual y lógica argumentativa, como decía la senadora Cristina de Kirchner, sin descalificar a los medios ni a nadie.
Fuente La Voz del Interior
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