CORDOBA, CLAVE EN EL MAPA DE TRAFICO DE COCAINA

Excelente informe de La Voz del Interior

Por lo general, la droga que “aterriza” en la triple frontera (Córdoba, Santiago del Estero y Catamarca), es trasladada a la provincia, en Pozo Nuevo, Villa de María del Río Seco o Lucio V. Mansilla, por la ruta 60, desde donde desvían a la 38 utilizando la ruta que une las ciudades de Deán Funes con Cruz del Eje.

“Infierno blanco”. El calor intenso del jueves 19 de noviembre de 2009 ponía en jaque el temple de los gendarmes. Camuflados, esperaban desde hacía días al camión Ford F 350 chapa XEL698 que llevaba un circuito zigzagueante. La investigación había comenzado mucho antes. Se trataba de la pista del “clan Ferrey­ra”, una de las familias salteñas sindicadas de manejar el tráfico de cocaína y pasta base desde Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) hacia la Argentina.

Línea de la pesquisa que tenía a un cordobés de Capilla del Monte como un engranaje clave: el transportista. Se trataba de Alejandro Víctor Sarmiento, con otras investigaciones por narcotráfico sobre sus espaldas (en 2003 fue condenado por la Justicia Federal cordobesa).

El vuelo rasante de la avioneta clandestina, acostumbrada a despegar de noche, ya había pasado sobre una estancia ubicada en las afuera de Taco Pozo, Chaco, en un paraje desolado y de acceso enmarañado. El lugar no había 
sido elegido al azar: su prin­­cipal vía de comunicación es la ruta nacional 16, que se bifurca hacia el noroeste hasta la provincia de Salta, y al sudeste en dirección a Monte Quemado (Santiago del Estero) y Resistencia. Un punto clave para salir rápido de allí, con diferentes vías de escape.

Los bultos cayeron en segundos. Casi el mismo tiempo que tardaron, en tierra, en levantarlos y meterlos en un vehículo. De allí, fueron guardados en el prolijo doble fondo del camión Ford F350.

¿Por qué Sarmiento? Según señaló a La Voz del Interior el ­fiscal de Cámara del Tribunal Oral Federal de Salta 1, Ricardo Toranzos, la banda buscó a un camionero que pasara inadvertido. A uno que no fuera a la frontera, para no ­levantar sospechas, ya que 
por lo ge­neral los controles se detienen en aquellos rodados que tienen vínculos usuales con el norte del país. El camión, además, estaba acondicionado para el transporte de ganado: comprar caballos en Santiago del Estero aparecía como una buena coartada (Infografía).

Toda la operación ilegal era seguida, en sigilo, por los investigadores de la Unidad Especial Antinarcóticos Frontera Norte, de Gendarmería. El calor que debieron soportar durante los días de vigilia motivaron el nombre: “Infierno blanco”.

Cuando en la ciudad santiagueña de La Banda Sarmiento no pudo obtener una guía para el transporte de caballos, que al parecer tenía previsto para “camuflar” el cargamento, los pesquisas temieron que la frustración ganara a los “narcos” y decidieran abortar el tráfico. Entonces, en aquel jueves, llegó la orden ansiada: “Corten el camión”.

Los efectivos de la Unidad Santiago del Estero de Gendarmería interceptaron el paso del rodado que se desplazaba por una rotonda de la ruta nacional 64, y que viajaba con destino 
a la provincia de Córdoba. El recorrido podía seguir por Catamarca y Tucumán, para ingresar por la ruta 38 (a la que Sarmiento conocía de sobra), o bien acceder por Deán Funes para luego desviar hacia la ruta nacional 38.

Al requisarlo, los gendarmes observaron una doble pared en la caja, en la que los “narcos” habían escondido 252 paquetes rectangulares con cocaína, cuyo peso total fue de 265,439 kilos, según se informó en aquella oportunidad. Más de 243 kilos de cocaína de una pureza pocas veces ­secuestrada (cerca del 85 por ciento) y 20 kilos de pasta base.

El monto total superaba los 600 mil dólares, aunque la cifra, se especuló, iba a ser mucho más alta ya que desde Córdoba la organización pensaba triangular parte de la carga hacia Chile, para luego llevarla a Europa.

El camión era conducido por Sarmiento. Ese jueves, a la tarde, hubo un allanamiento en su casa de Capilla del Monte, ordenado por el fiscal federal de Salta, Miguel Antonio Medina.

“Clan”. Además, se ejecutaron otros siete procedimientos en Salta. Cinco en Salvador Mazza ­(fronteriza con Bolivia), uno 
en la ciudad Capital y el otro en el pueblo de Embarcación, ubicado cerca de la ruta nacional 34, considerada la “ruta 
de la droga”.

En Salvador Mazza, el mayor operativo tuvo lugar en “una mansión”, según describió una fuente empapada en la causa. Se trata de uno de los varios domicilios que se adjudica a los Ferreyra. Se secuestraron tres autos de alta gama y siete LCD, entre otros elementos, y fue detenida una mujer, María Rosa Saavedra.

Tras analizar parte de lo secuestrado en los allanamientos, el fiscal libró más órdenes de captura contra personas que estarían ligadas a la banda. Uno de ellos, Jorge Pérez, fue detenido horas después. Los otros dos, los hermanos Carlos y Mario Ferreyra, aún están prófugas. Carlos es pareja de Saavedra y cuñado de Pérez. Por eso, los investigadores salteños no dudan en hablar del “clan Ferreyra”.

Los teléfonos de todos ellos hacía rato que estaban “pinchados”. Las escuchas fueron clave para develar, pese a que dialogaban en un código cifrado, cuándo iban a traficar la cocaína.

Más de tres años y medio después, el 16 de abril último, el Tribunal Oral Federal de Salta dictó condena contra los tres detenidos.

Sarmiento recibió 11 años de cárcel acusado de “transporte de estupefacientes”. Pérez, a quien el fiscal Toranzos le había adjudicado ser el baqueano que conocía la zona donde arrojaron la droga, terminó con ocho años de prisión. Y Saavedra fue condenada a seis años, luego de comprobarse que había tenido una fluida comunicación telefónica con el transportista.

Contaminación. Otra fuente con acceso al caso explicó a este diario cómo operaba esta banda y qué lugar ocupa Córdoba en el mapa del tráfico de cocaína.

“A la droga la ingresaban vía aérea desde Bolivia. Tenían un punto entre Santa Cruz de la Sierra y Tarija, y desde allí salían las avionetas que descargaban los bultos al sur de Salta –norte de Santiago del Estero–. Ahí, acondicionaban la droga en un vehículo para transportarla hacia Córdoba, donde se la camuflaba para poder llevarla al exterior, vía el puerto o por Chile”, señaló el informante.

En cada punto intermedio, siempre queda una parte de la mercadería para venta y distribución local.

“Antes, hace siete años –señaló el fiscal Toranzos–, por la frontera de Bolivia a Argentina se traficaba cocaína; luego, empezaron a pasar la pasta base para purificarla acá. Por eso, en este caso llamó la atención que ya estaba purificada, y en una proporción mucho mayor a lo usual. En el país, una cocaína ‘muy buena’ está purificada en un 30 por ciento, o sea que de este cargamento podían ‘estirar’ a 10 kilos más cada uno de los que llevaban; lo que se traficaba estaba destinado para un mercado que superaba al latinoamericano”.

En la frontera, el kilo de cocaína cotiza en 1.500 dólares. 
A medida que la droga va in­gresando en el país, ante más trayecto que se realiza para transportarla, el precio aumenta. Ya en Buenos Aires, trepa a 6.000 dólares por kilo (de muy buena pureza).

“Lo que antes era un pro­blema fronterizo, ahora es un problema mediterráneo; las fronteras fueron superadas con los aviones. Los ‘narcos’ se manejan como una empresa, siempre dejan droga en los puntos ‘locales’ para pagar la logística (transporte, encubrimiento, seguridad...). Donde pasa la droga se contamina con todo el movimiento violento del ‘narco’”, describió Toranzos.

Triangulación. Antes de elegir el puerto de Buenos Aires, Rosario o Chile, los “narcos” realizan un estudio de comercio exterior, aunque resulte increíble, según apuntó la otra fuente consul­tada. Buscan conocer el flujo 
de exportaciones para elegir 
a aquel que tenga más movimiento. La lógica manda: a mayor volumen, menos capacidad de control.

En el caso de “Infierno blanco”, el fiscal Medina no quiso esperar más. Se aseguró cortar el cargamento antes de que ingresara al territorio cordobés. Aunque el recorrido que desplegaba el transportista desde Santiago del Estero hacia Córdoba aparece como ilógico, tiene una explicación: la ruta 9 suele, históricamente, tener mucho más controles de las fuerzas de seguridad, por lo que los “narcos” buscan trayectos alternativos, aunque les demande más tiempo de viaje.

Por lo general, la droga que “aterriza” en la triple frontera (Córdoba, Santiago del Estero y Catamarca), es trasladada a la provincia, en Pozo Nuevo, Villa de María del Río Seco o Lucio V. Mansilla, por la ruta 60, desde donde desvían a la 38 utilizando la ruta que une las ciudades de Deán Funes con Cruz del Eje.

              Informe periodistico extraído de la edición digital de La Voz del Interior del 23 de Junio de 2013

 

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