Cineclub: El Holocausto no es un género de Hollywood y El soldadito, de J. Godard

Hoy en sala Berti La Cumbre

Cortometraje: Sonata para Hitler (11’), de Alexander Sokurov, Rusia, 1989 La película más progresista de Sokurov resulta ser también la menos abstracta, aunque su admirable propensión a convertir el cine en pintura en movimiento sigue presente. Después de los acordes de Parsifal de Wagner, contemplar a Eva Braun desnuda bailando por los recovecos de un castillo de fin de semana remite a la estética de Leni Riefenstahl, la cineasta del Führer.

 Puede parecer paradisíaco, aunque quienes descansan en la mansión son los ciudadanos ejemplares de la ignominia y la más alta estirpe de la crueldad. Es 1942. Hitler (Adi, le dice Eva), Goebbels y su mujer y otros miembros del partido nazi son los personajes patéticos de este primer episodio de una trilogía destinada a retratar dictadores del siglo XX. El Hitler de Sokurov es, esencialmente, banal y delirante, a tal punto que en sus meditaciones caprichosas roza la caricatura chaplinesca, aunque aquí la locura del dictador vegetariano alcanza una dimensión física. Moloch está construida como si su estética fuera en sí la representación material del psiquismo caótico y distorsionado de Hitler, sin por esto renunciar a componer escenas que compiten bien con un cuadro de Rembrandt o Friedrich. (Roger Koza)
15 de septiembre, a las 20.30hs: Godard en foco
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El soldadito, de Jean-Luc Godard, Francia, 1963

88’ / +16

Cortometraje: Llórame un río (19’), de Jia Zhang-ke, China, 2008

Rodada en 1960, muy poco después de Sin aliento, la segunda película de Jean-Luc Godard (y su primera película con Anna Karina) está más cerca de las cavilaciones intelectuales que caracterizan su obra más tardía. Michel Subor interpreta a un agente secreto en Génova que termina siendo torturado por el Frente de Liberación Nacional de Argelia –lo que parece más un test de machismo, como la prolongada golpiza al héroe en La llave de cristal, que la consecuencia de una toma de posición sartreana–. Por años, debido al modo en el que el film concibe la tortura y el terrorismo, El soldadito estuvo prohibido en Francia; de hecho, Godard estaba más cerca en aquel entonces de la derecha, pero, como su protagonista, tenía dudas inmensas. La contemplativa voz en off de Subor y la fotografía sombría de Raoul Coutard le imprimen un tono austero y grave a la película, al menos si se compara con la exuberancia jazzística de Sin aliento (Jonathan Rosenbaum)

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