El silencio antes de Bach, de Pere Portabella, España, 2007

12 de agosto, a las 20.30hs en el Berti

La última película de Pere Portabella, figura enigmática del cine español y emblema de la lucha contra el franquismo, es una meditación sobre la música en general (Bach en particular) y sobre cómo, a través del tiempo, los vínculos con el arte musical van cambiando

Portabella elige una narración cubista en la que se pueden ver fragmentos de la vida de Bach en pleno siglo XVIII (componiendo, aconsejando a uno de sus hijos en materia de interpretación), para saltar, como si existiera una secreta continuidad, a nuestro tiempo, en donde se pueden ver algunos momentos de la vida de un camionero alemán que en sus tiempos libres interpreta Bach en fagot, y así, sin aviso, volver al siglo XIX para ser testigos de la anécdota mítica según la cual el carnicero de Mendelssohn le envolvía la carne en las partituras de “El Evangelio de San Mateo”. La noción de continuidad a veces se acentúa a través de ciertos raccords (una puerta se cierra en un siglo y al abrirse ya estamos en otro), o, directamente, el espectador participa de un tour turístico por el río Elba o por la tumba de Bach en la iglesia Santo Tomás de Leipzig. Toda la música que se escucha en la película está interpretada en tiempo real, por músicos o por procedimientos mecánicos, excepto el último plano del film, un travelling sobre las partituras del “Magnificat”. ¿Es una protesta contra la reproducción técnica del arte? Portabella ofrece también una lectura política de la música: después de Auschwitz, el arte ya no tiene sentido, es casi indecente. “La música daña”, dice un personaje, después de que un vendedor de pianos visita una librería en donde se ilustra el rol perverso de la música en los campos de concentración. Dialécticamente, la música también salva o, al menos, justifica la existencia del mundo. “Sin Bach, la teología carecería de objeto”, dice Cioran, citado en un fragmento clave a través de un aforismo similar. La película es formalmente magistral; algunos planos secuencia son formidables, como el de los estudiantes tocando chelo en el subte. Quizás la mayor provocación del film consista en señalar el carácter popular de la música de Bach, lo que indirectamente sugiere la pauperización del vocablo ‘popular’ en el siglo XXI.

(Roger Koza) 

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