"Quemados" de Pablo Rossi

Artículo de lectura recomendado por Canal 11
Oligarcas, golpistas, menemistas, montoneros, nerones y gorilas. Con estas palabras nombramos el país de los últimos días Los términos se arrojan como piedras o flechas envenenadas. Es una guerra civil y política no declarada ni asumida pero practicada con pasión irracional en busca de un apocalipsis propio

propio con el que fantasea medio país.

Están llenos de una violencia explícita los contestadores telefónicos de las radios, los foros de lectores de Internet , las declaraciones públicas y hasta algunos sermones religiosos de barricada. “Esto no dura”, “se tienen que ir ya”, “si perdemos nos vamos y que gobierne Cobos, Clarín o Magoya”, “elecciones anticipadas”, “gobernabilidad”, “helicóptero”.

Nada de esto tiene que ver con la crisis internacional o las arenas movedizas que se tragan empleos, bancos, fortunas y certezas en todo el mundo. Lo nuestro es puramente argentino, propio como la yerba mate, original como él cacerolazo y estéril como el “que se vayan todos” de 2001.

Jugamos con el fuego que nos ha quemado tantas veces y parece que la atracción a lo bonzo nos domina. Cualquier observador externo podría decir que los argentinos tenemos una tendencia irrefrenable a quemar el país de tanto en tanto para probar que es incombustible. Para dar crédito a lo que dijo un visitante a principios del siglo pasado cuando sentenció que nuestra Nación crecía en realidad, cuando la población dormía.

¿Qué hicimos para merecer esto? Se preguntarán a esta hora muchos habitantes convertidos en prisioneros de guerra: en la ruta, en el campo, en la villa, en la empresa que despide, en la casa enrejada, en el country, en el recibo de jubilado, en la calle insegura, en el hospital sin recursos, en la escuela sin clases, en los tribunales sin justicia.

Apenas si hemos conjugado todos los verbos de manera incorrecta: Votar y olvidar, creer sin exigir, recibir sin trabajar, acumular sin repartir, escuchar mentir sin chistar, volver a votar sin controlar, disfrazar la realidad, aprobar el disfraz de los que prometían cambiar, justificar la mediocridad, alentar la paternidad política, oponer sin creatividad, esquivar la ética, tolerar y admirar el robo. En fin, tenemos todo el castellano a nuestra disposición.

Lo que preocupa es el fuego. Las oportunidades y la vida propia no son de amianto como pareciera la historia del país. Las generaciones pasan, pasó la dictadura, nos pasa la democracia, los gobiernos pasan y las frustraciones quedan y se acumulan como brasas y cenizas.

Debemos decidir qué hacer con nuestras vidas precarias y combustibles mientras actuamos cegados por el fuego.

Cadena 3

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