Evocar el golpe de Estado de 1976 es una oportunidad para revitalizar los valores del orden institucional

Han pasado 33 años de aquel infausto 24 de marzo
Un golpe militar quebró una vez más el orden institucional, sino porque se inauguró una dictadura que sumergió al Estado nacional en la actuación más tenebrosa y sangrienta que alguna vez haya sucedido.
Más allá de la necesidad de resistir al olvido, haber instaurado por decreto el feriado nacional del 24 de marzo fue una decisión teñida de parcialidad histórica y de intencionalidad política. Es como si el gobierno del entonces presidente Néstor Kirchner hubiera pretendido establecer como criterio de verdad histórica que el terrorismo de Estado y la violación de los derechos humanos comenzaron con el golpe militar de marzo de 1976. En realidad, habían comenzado mucho antes. Primero, con la insurgencia revolucionaria de izquierda (Montoneros, ERP, FAR y otros), lanzados a una estrategia de toma del poder por la vía armada. Luego, con la respuesta del Estado mediante la represión ilegal y, finalmente, apelando al terrorismo de Estado.

Esta estrategia gubernamental tuvo principio de ejecución durante la gestión de Isabel Perón, en cuyo transcurso se creó la "triple A" (Alianza Anticomunista Argentina), al mando del entonces ministro José López Rega, y comenzó la brutal práctica de las ejecuciones clandestinas y la desaparición forzada de personas.

Ese violento choque armado entre izquierda y derecha se instaló en el seno del gobierno justicialista de 1973-1976 y en el partido gobernante, con funestas consecuencias para el conjunto de la sociedad argentina. Por cierto, cuando las Fuerzas Armadas tomaron el poder en marzo de 1976, no sólo continuaron con la metodología represiva iniciada por Isabel Perón y López Rega, sino que la extendieron hasta extremos dramáticos y ya sin control constitucional alguno.

Ni siquiera Juan Domingo Perón, en su breve presidencia entre fines de 1974 y julio de 1975, pudo contener la violencia, la que estalló con todas sus fuerzas tras la muerte del líder. Antes habían ocurrido muchas cosas, como los asesinatos de dirigentes sindicales a manos de la organización Montoneros, lo que fue considerado por el viejo general como un desafío al que había que responder con sangre y fuego.

Es por ello que, como enseñanza para las nuevas generaciones, es erróneo sesgar y parcializar la historia. Si se quiere apelar a la verdad y mantener vigilante la memoria histórica, hay que reconstruir toda la verdad.

Por ello, si hoy es un día de la memoria, que sirva para reflexionar sobre ese capítulo lacerante de la violencia en todas sus expresiones ideológicas, para decir "nunca más" a la censura de quien piensa diferente, a la tortura, a la aniquilación física. La violencia y el terrorismo –tanto el terrorismo revolucionario como el terrorismo de Estado– le hicieron un daño inmenso a la sociedad argentina, y estamos pagando todavía sus consecuencias.

Esta visión integral no implica, en modo alguno, minimizar el horror vivido durante los siete años de la dictadura militar, cuando las prácticas de persecución ideológica, tortura y asesinatos desde el aparato estatal fueron llevadas hasta el paroxismo y se instauraron centros clandestinos de detención como el que funcionó en el campo militar de La Perla, en los suburbios de la ciudad de Córdoba.

Analizado con este contexto, es positivo que en esta jornada ese predio se abra al público, como museo de la memoria, para mostrar a los jóvenes de hoy y del futuro una parte de ese pasado que no debe volver.

La Voz del Interior

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