La Punilla de los desaparecidos
A 30 años. Las marcas del paso de la dictadura por el valle
Informe Especial: Era un edén militar. Era un lugar seguro para esconderse, para sobrevivir, para quienes se negaban a ser vÃctimas de la cacerÃa humana que lanzaron desde el Estado, las fuerzas armadas y de seguridad...
El valle de Punilla guarda un largo expediente de hechos históricos, visitas ilustres y de leyendas, desde la época de las Mercedes hasta nuestros dÃas.
Pero, tal vez, lo que nunca podrá arrancar de ese abultado patrimonio es la página negra que escribió sobre sus cerros, planicies y aguas, la dictadura más aberrante que se vivió en Latinoamérica entre 1976 y 1983.
Pero Punilla también fue escenario de operativos, detenciones, secuestros y además, en su geografÃa, funcionaron centros clandestinos de detenciones y torturas.
Por su cercanÃa con la Fuerza Aérea y con el Comando y varias unidades del Tercer Cuerpo de Ejército, Carlos Paz era un portal a un «paraÃso de paz», repleto de civiles más sádicos que militares, de informadores más «parlanchines» (Algunos mitómanos) que loros, y de ciudadanos tan frÃos que su indiferencia estaba a prueba de hacer rebotar una bomba atómica.
A ese portal se ingresaba nada más ni nada menos que, por la misma ruta que te llevaba a uno de los más sangrientos centros de detención clandestino que funcionó en el paÃs, «La Perla».
Esa misma Ruta 20 que recorrÃan los falcón o camiones militares con detenidos, era la que te hacÃa entrar al valle. «Estás desaparecida en la Perla. De aquà ni Dios, ni el Papa, ni el Presidente te sacan...» escuchaban los detenidos.
Los testimonios que se encuentran en las investigaciones de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) denunciaron la utilización de sitios como el mismÃsimo Cerro Pan de Azúcar, en CosquÃn, para los «aprietes» y para efectuarse torturas, comisarÃas de diversas localidades, el hospital Colonia Santa MarÃa de Punilla y la «célebre» Casa de la Dirección Hidráulica, al costado del paredón del dique San Roque.
Fueron muchos los desaparecidos y detenidos en Punilla, pero los casos más resonantes fueron la desaparición del concejal peronista carlospacense Roberto Colomer, en Mar del Plata, de Alfredo Horacio López Ayllón ocurrida el 12 de noviembre de 1977, en la casa de campo de sus padres, en Solares de la Ensenada, en Carlos Paz.
Jorge Arnaldo López, médico, padre de la vÃctima relató, «Cerca de las 22, cuatro automóviles llegaron hasta la casa en donde mi hijo se encontraba solo esperándonos.
Descendieron del vehÃculo personas fuertemente armadas que vestÃan de civil y en el jardÃn a la vista de los vecinos, redujeron a mi hijo que era de débil contextura fÃsica, razón por la cual unos dÃas antes habÃa sido exceptuado de prestar el servicio militar obligatorio, teniendo 18 años recién cumplidos (...)
Otro de los casos fue el de MarÃa Eugenia Irazusta Maffrand detenida en Carlos Paz y relatado por un detenido de La Perla: «...A la segunda noche de su cautiverio, ingresó una persona de sexo femenino de nombre Eugenia o MarÃa Eugenia Irazusta, que por el diálogo escuchado habÃa sido detenida en Carlos Paz, a la que se interrogaba acerca de actividades subversivas, que tuviera conocimiento, o a la que estuvieran ligadas sus amistades y su novio. Esta persona negó permanentemente su conocimiento sobre esos hechos y fue salvajemente golpeada, haciendo caso omiso a sus pedidos de clemencia y a su total ignorancia». Finalmente se presentó el cadáver a la morgue con el rótulo de «Enfrentamiento en Jefatura» y en el asiento correspondiente a diagnóstico y destino: «fuga» -»herida de bala».
El paso de las aberraciones entre los cerros, por las aguas del lago San Roque, por las rutas que unen los pueblos serranos y por las calles de aquellos caserÃos deberá mantenerse vivo como un eco inolvidable en la memoria de la población de esa ciudad lineal que pretende ser Punilla.
La Colonia militarizada
El cerro Pan de Azúcar, uno de los picos más atractivos para los turistas que visitan CosquÃn. También se convirtió en los años del «proceso» en uno de los sitios donde los grupos de tareas llevaban a los detenidos para torturarlos y donde se llevaban a cabo «los aprietes». Asà lo evidencia la declaración prestada por el señor F.R a la CONADEP: «Nos llevaban al Cerro Pan de Azúcar, donde nos ataban y nos decÃan que nos iban a tirar (...)En ese lugar estuvimos unos veinticinco dÃas al cabo de los cuales recuperamos la libertad».
Los testimonios presentados por vecinos de CosquÃn coinciden en la detención masiva de ciudadanos que hacÃan los efectivos militares con un inusitado despliegue bélico en el hospital Colonia Santa MarÃa de Punilla.
A.J.D. comentó: «El 26 de mayo de 1976 alrededor de las 9 mientras cumplÃa mis actividades normales en el hospital, me llaman por teléfono desde la Oficina de Personal y me hacen dirigir a una habitación donde estaba también Sassatelli (médico Psiquiatra), Marta de Ceballos (encargada del depósito), Carlos Albornoz (enfermero) y Carlos Alberto Carranza (secretario del Jefe de mantenimiento).
Después de haber llegado a la habitación, entran otros empleados entre ellos, Ramón Maidana (Servicio de AgronomÃa), Santiago López (enfermero) y Carlos Alberto Brandalise (enfermero). Ese mismo dÃa 26, en horas de la mañana, se habÃan presentado en el hospital personal del Ejército vestidos con uniformes de fajina color verde oliva, fuertemente armados y varios vehÃculos, entre ellos tres camionetas con tropas y dos colectivos, dispersándose por toda la zona.
El personal militar habÃa ingresado al hospital y habÃa tomado posición en todas las secciones y servicios del mismo. Desde la habitación mencionada ya custodiados por personal del Ejército, nos llevaron a todos los que estábamos a un pabellón de pacientes alcohólicos, el C-1- Luego, fuimos trasladados a otro recinto en un ómnibus azul y que durante todo el operativo un avión militar sobrevoló constantemente la zona. Ya estando en el pabellón de alcohólicos comienzan a traer a otras personas que no pertenecÃan al hospital, residentes en CosquÃn y en otras localidades del Valle de Punilla. Entre ellos, reconocà a los coscoÃnos, Reynaldo Wisner y Raúl Acosta (ambos médicos de CosquÃn y que habÃan sido detenidos y trasladados a la policÃa y de allà al Hospital) Gaspar y Tito Noguez (comerciantes), Sergio Omar Poidori, un profesor de la Escuela Técnica ENET de apellido Luna, Nora Sendra, Keka Albornoz, Nemesio GarcÃa y otras personas que no recuerdo.
Todo el personal del Hospital detenido fue llamado por una lista que tenÃan los militares donde figurábamos como peligrosos «activistas». A la tarde, cerca de las 19 nos llevaron aotra habitación, donde nos vendan y atan las manos, nos hacen poner contra la pared. Y ya de noche nos sacan a todos, atados y vendados y nos ayudan a subir a un camión donde estábamos sentados uno al lado de otro.
Desde allà y después de un viaje de casi dos horas, llegamos a un lugar que reconocerÃamos como Campo de la Ribera. Allà estuvimos casi una semana. Santa MarÃa estaba copada por las tropas militares.
Casa de Hidráulica, la más sangrienta
La llamada «Casa de la Dirección Provincial de Hidráulica» ubicada a metros del paredón del dique San Roque, constituyó en Córdoba uno de los tantos centros de detención clandestina donde estuvieron detenidos aproximadamente unas 100 personas.
Durante las investigaciones que llevó a cabo la CONADEP en el año 1984, se reveló que el inmueble de la Dirección de Hidráulica, estuvo asignado a Inteligencia de la PolicÃa de la Provincia para funcionar como Centro de detención ilegal.
Además se lograron extraer de las aguas del lago tres vehÃculos que habÃan sido arrojados con la finalidad de ocultarlos. La «casa» se trata de una construcción ubicada sobre las márgenes del lago San Roque a escasos metros del embudo. Los testimonios de los detenidos en dicho establecimiento concuerdan en que los encargados de trasladar a los secuestrados al lugar eran grupos de civiles armados, parapoliciales, que respondÃan de la PolicÃa de la Provincia. La casa de la Dirección Provincial de Hidráulica fue uno de los centros de detención cordobeses donde se llevaron a cabo las prácticas más sangrientas y crueles.
Además constituyó un centro de desarme de los vehÃculos utilizados en la represión o robados en la vÃa pública para los mismos fines.
Uno de los testimonios de los detenidos en «la casa» declaró: «en una oportunidad, «el Perro» nos dio un poco de carne y ginebra con soda, manifestándonos textualmente «coman, coman porque ustedes van a ver crecer los rabanitos de abajo».
Al preguntarle cómo iba a ser el procedimiento, «el Perro» respondió; «Ponés las piernas dentro de la lata (señalando un tarro vacÃo de grasa de 20 litros), te ponemos un poco de cemento, esperamos que se seque, te cargamos en la lancha y con un empujón te vas para abajo y no volvés más...».
El 21 de junio de 1984 se procedió al reconocimiento del inmueble perteneciente a la Dirección Provincial de Hidráulica, en el dique San Roque, con la participación de tres testigos: Juan José López, Raúl Aybar y Carlos Vadillo, quienes reconocieron unánimemente la ubicación y el aspecto general de la casa: La escalera de lajas de la entrada y la galerÃa de baldosas rojas y blancas. Antes de entrar, dieron la ubicación del baño y la de una ventana, desde donde se podÃa ver una pequeña parte del lago. Definitivamente reconocieron «la casa».
fuente www.eldiariocarlospaz.com
Pero, tal vez, lo que nunca podrá arrancar de ese abultado patrimonio es la página negra que escribió sobre sus cerros, planicies y aguas, la dictadura más aberrante que se vivió en Latinoamérica entre 1976 y 1983.
Pero Punilla también fue escenario de operativos, detenciones, secuestros y además, en su geografÃa, funcionaron centros clandestinos de detenciones y torturas.
Por su cercanÃa con la Fuerza Aérea y con el Comando y varias unidades del Tercer Cuerpo de Ejército, Carlos Paz era un portal a un «paraÃso de paz», repleto de civiles más sádicos que militares, de informadores más «parlanchines» (Algunos mitómanos) que loros, y de ciudadanos tan frÃos que su indiferencia estaba a prueba de hacer rebotar una bomba atómica.
A ese portal se ingresaba nada más ni nada menos que, por la misma ruta que te llevaba a uno de los más sangrientos centros de detención clandestino que funcionó en el paÃs, «La Perla».
Esa misma Ruta 20 que recorrÃan los falcón o camiones militares con detenidos, era la que te hacÃa entrar al valle. «Estás desaparecida en la Perla. De aquà ni Dios, ni el Papa, ni el Presidente te sacan...» escuchaban los detenidos.
Los testimonios que se encuentran en las investigaciones de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) denunciaron la utilización de sitios como el mismÃsimo Cerro Pan de Azúcar, en CosquÃn, para los «aprietes» y para efectuarse torturas, comisarÃas de diversas localidades, el hospital Colonia Santa MarÃa de Punilla y la «célebre» Casa de la Dirección Hidráulica, al costado del paredón del dique San Roque.
Fueron muchos los desaparecidos y detenidos en Punilla, pero los casos más resonantes fueron la desaparición del concejal peronista carlospacense Roberto Colomer, en Mar del Plata, de Alfredo Horacio López Ayllón ocurrida el 12 de noviembre de 1977, en la casa de campo de sus padres, en Solares de la Ensenada, en Carlos Paz.
Jorge Arnaldo López, médico, padre de la vÃctima relató, «Cerca de las 22, cuatro automóviles llegaron hasta la casa en donde mi hijo se encontraba solo esperándonos.
Descendieron del vehÃculo personas fuertemente armadas que vestÃan de civil y en el jardÃn a la vista de los vecinos, redujeron a mi hijo que era de débil contextura fÃsica, razón por la cual unos dÃas antes habÃa sido exceptuado de prestar el servicio militar obligatorio, teniendo 18 años recién cumplidos (...)
Otro de los casos fue el de MarÃa Eugenia Irazusta Maffrand detenida en Carlos Paz y relatado por un detenido de La Perla: «...A la segunda noche de su cautiverio, ingresó una persona de sexo femenino de nombre Eugenia o MarÃa Eugenia Irazusta, que por el diálogo escuchado habÃa sido detenida en Carlos Paz, a la que se interrogaba acerca de actividades subversivas, que tuviera conocimiento, o a la que estuvieran ligadas sus amistades y su novio. Esta persona negó permanentemente su conocimiento sobre esos hechos y fue salvajemente golpeada, haciendo caso omiso a sus pedidos de clemencia y a su total ignorancia». Finalmente se presentó el cadáver a la morgue con el rótulo de «Enfrentamiento en Jefatura» y en el asiento correspondiente a diagnóstico y destino: «fuga» -»herida de bala».
El paso de las aberraciones entre los cerros, por las aguas del lago San Roque, por las rutas que unen los pueblos serranos y por las calles de aquellos caserÃos deberá mantenerse vivo como un eco inolvidable en la memoria de la población de esa ciudad lineal que pretende ser Punilla.
La Colonia militarizada
El cerro Pan de Azúcar, uno de los picos más atractivos para los turistas que visitan CosquÃn. También se convirtió en los años del «proceso» en uno de los sitios donde los grupos de tareas llevaban a los detenidos para torturarlos y donde se llevaban a cabo «los aprietes». Asà lo evidencia la declaración prestada por el señor F.R a la CONADEP: «Nos llevaban al Cerro Pan de Azúcar, donde nos ataban y nos decÃan que nos iban a tirar (...)En ese lugar estuvimos unos veinticinco dÃas al cabo de los cuales recuperamos la libertad».
Los testimonios presentados por vecinos de CosquÃn coinciden en la detención masiva de ciudadanos que hacÃan los efectivos militares con un inusitado despliegue bélico en el hospital Colonia Santa MarÃa de Punilla.
A.J.D. comentó: «El 26 de mayo de 1976 alrededor de las 9 mientras cumplÃa mis actividades normales en el hospital, me llaman por teléfono desde la Oficina de Personal y me hacen dirigir a una habitación donde estaba también Sassatelli (médico Psiquiatra), Marta de Ceballos (encargada del depósito), Carlos Albornoz (enfermero) y Carlos Alberto Carranza (secretario del Jefe de mantenimiento).
Después de haber llegado a la habitación, entran otros empleados entre ellos, Ramón Maidana (Servicio de AgronomÃa), Santiago López (enfermero) y Carlos Alberto Brandalise (enfermero). Ese mismo dÃa 26, en horas de la mañana, se habÃan presentado en el hospital personal del Ejército vestidos con uniformes de fajina color verde oliva, fuertemente armados y varios vehÃculos, entre ellos tres camionetas con tropas y dos colectivos, dispersándose por toda la zona.
El personal militar habÃa ingresado al hospital y habÃa tomado posición en todas las secciones y servicios del mismo. Desde la habitación mencionada ya custodiados por personal del Ejército, nos llevaron a todos los que estábamos a un pabellón de pacientes alcohólicos, el C-1- Luego, fuimos trasladados a otro recinto en un ómnibus azul y que durante todo el operativo un avión militar sobrevoló constantemente la zona. Ya estando en el pabellón de alcohólicos comienzan a traer a otras personas que no pertenecÃan al hospital, residentes en CosquÃn y en otras localidades del Valle de Punilla. Entre ellos, reconocà a los coscoÃnos, Reynaldo Wisner y Raúl Acosta (ambos médicos de CosquÃn y que habÃan sido detenidos y trasladados a la policÃa y de allà al Hospital) Gaspar y Tito Noguez (comerciantes), Sergio Omar Poidori, un profesor de la Escuela Técnica ENET de apellido Luna, Nora Sendra, Keka Albornoz, Nemesio GarcÃa y otras personas que no recuerdo.
Todo el personal del Hospital detenido fue llamado por una lista que tenÃan los militares donde figurábamos como peligrosos «activistas». A la tarde, cerca de las 19 nos llevaron aotra habitación, donde nos vendan y atan las manos, nos hacen poner contra la pared. Y ya de noche nos sacan a todos, atados y vendados y nos ayudan a subir a un camión donde estábamos sentados uno al lado de otro.
Desde allà y después de un viaje de casi dos horas, llegamos a un lugar que reconocerÃamos como Campo de la Ribera. Allà estuvimos casi una semana. Santa MarÃa estaba copada por las tropas militares.
Casa de Hidráulica, la más sangrienta
La llamada «Casa de la Dirección Provincial de Hidráulica» ubicada a metros del paredón del dique San Roque, constituyó en Córdoba uno de los tantos centros de detención clandestina donde estuvieron detenidos aproximadamente unas 100 personas.
Durante las investigaciones que llevó a cabo la CONADEP en el año 1984, se reveló que el inmueble de la Dirección de Hidráulica, estuvo asignado a Inteligencia de la PolicÃa de la Provincia para funcionar como Centro de detención ilegal.
Además se lograron extraer de las aguas del lago tres vehÃculos que habÃan sido arrojados con la finalidad de ocultarlos. La «casa» se trata de una construcción ubicada sobre las márgenes del lago San Roque a escasos metros del embudo. Los testimonios de los detenidos en dicho establecimiento concuerdan en que los encargados de trasladar a los secuestrados al lugar eran grupos de civiles armados, parapoliciales, que respondÃan de la PolicÃa de la Provincia. La casa de la Dirección Provincial de Hidráulica fue uno de los centros de detención cordobeses donde se llevaron a cabo las prácticas más sangrientas y crueles.
Además constituyó un centro de desarme de los vehÃculos utilizados en la represión o robados en la vÃa pública para los mismos fines.
Uno de los testimonios de los detenidos en «la casa» declaró: «en una oportunidad, «el Perro» nos dio un poco de carne y ginebra con soda, manifestándonos textualmente «coman, coman porque ustedes van a ver crecer los rabanitos de abajo».
Al preguntarle cómo iba a ser el procedimiento, «el Perro» respondió; «Ponés las piernas dentro de la lata (señalando un tarro vacÃo de grasa de 20 litros), te ponemos un poco de cemento, esperamos que se seque, te cargamos en la lancha y con un empujón te vas para abajo y no volvés más...».
El 21 de junio de 1984 se procedió al reconocimiento del inmueble perteneciente a la Dirección Provincial de Hidráulica, en el dique San Roque, con la participación de tres testigos: Juan José López, Raúl Aybar y Carlos Vadillo, quienes reconocieron unánimemente la ubicación y el aspecto general de la casa: La escalera de lajas de la entrada y la galerÃa de baldosas rojas y blancas. Antes de entrar, dieron la ubicación del baño y la de una ventana, desde donde se podÃa ver una pequeña parte del lago. Definitivamente reconocieron «la casa».
fuente www.eldiariocarlospaz.com
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