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PoesÃa de Maria Soledad Ranzuglia
Vaya la poesÃa a homenajear a todas las personas que sin querer o decidiendo, iluminan el Camino de quienes han decidido comenzar su vocación, poniendo el Corazón en lo que hacen con tÃmidas sutilezas y detalles que más tarde, darán sus frutos a través de la pasión. A Rosa MartÃnez de MartÃnez, quien fuera la esposa de un zapatero, aquà en la Cumbre, enseñando piano a una niña que hoy es mujer, profesora superior de piano, y doctora en música, Yolanda Paganelli.
A la Maestra de piano
(A Yolanda Paganelli)
Había una vez una niña
guiada por sus manos,
dijeron su nombre algunas notas
en aquel pueblo de La Cumbre
tan lejano…
Una mujer de tibia estampa,
sencillez sublime dispuesta
a darse sin pensarlo,
cobijando el frío de los pianos,
puso una rosa de los vientos,
en el centro de su pecho ya inspirado,
y en los pequeños dedos de nodriza
comenzaron a latir pequeños cantos…
La voz del piano despertó del sueño,
envolviendo el aire,
construyó un regazo
que cual casa de murmullos,
aún la tiene enamorada y bien cautiva
a su resguardo…
Del patio a la herrería,
del patio al océano del norte
americano ,
hay una Córdoba que anima
sus reflejos de maestra siempre
a mano…
Como el bordado de sus notas,
como un estuche que aún palpita
la costumbre de velar en la noche
un scherzo o un allegro demorado,
es su íntima presencia,
un inmenso abanico musical y silenciado
por una partitura de recuerdos,
que siempre buscan comenzar como alba
de verano…
Como si ella fuera, en forma de mujer,
la esencia misma de un teclado
que la guía en un hacer,
enseñando a acariciar
hasta ver cómo despunta el talento
en gran Milagro.
Un soneto acuna el tiempo,
en un secreto esmerilado…
Es tan fiel su audición,
es tan cierta su misión,
que nadie duda que ha nacido
como parte de la amplia partitura
que nos toca recorrer,
en el eterno Camino Consagrado.
María Soledad Ranzuglia
La Cumbre, 2012
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