TERCERA SEMANA DEL CINECLUB DE LA CUMBRE
Erase una vez en Anatolia
Esta semana vamos con un film duro y extenso, pero extraordinario: Érase una vez en Anatolia, del genial cineasta y fotógrafo turco, Nuri B. Ceylan .Empezamos en horario, pues el film es largo y no tenemos corto previo. Saludos a todos y nos vemos. Roger Koza
9 de mayo, a las 20.30hs:
Érase una vez en Anatolia, de Nuri B. Ceylan, Turquía, 2011
158’ / +13
La sexta película del realizador turco (y extraordinario fotógrafo) Nuri Bilge Ceylan tiene un inicio formidable. Después de dos planos iniciales que transcurren en un bar, se ven unos autos en una zona montañosa. Es el atardecer. Allí van policías, sospechosos, testigos, un procurador, un médico y dos excavadores. Están buscando un cadáver y deben reconocer previamente el lugar donde fue enterrado. Sopla el viento, llueve, y después de una búsqueda infructuosa, al llegar a una aldea, la luz se cortará por la tormenta. Los relámpagos iluminan la oscuridad, y el médico y el procurador conversan sobre el caso de una mujer muerta, la pertinencia científica de las autopsias, la naturaleza de la mujer, y el suicidio como una forma de castigo a los otros. Ceylan trabaja en dos líneas: el suspenso de saber si se encontrará o no el cadáver, y una suerte de meditación sobre la soledad de los hombres y sus deseos incumplidos. En algún momento, un policía le dice al médico: “Si no tuviera familia y fuera más joven, tomaría mi mochila y me iría de viaje”. La formulación de ese deseo casi adolescente reverberará sobre las acciones que siguen. El final resulta un encuentro indirecto con lo ominoso, con la irrupción de lo siniestro. En un fuera de campo soberbio, el médico forense y su colega de la morgue practican la autopsia requerida. No se ve, se escucha, y entre el sonido de un cuerpo desmembrado Ceylan le impone al protagonista volver a pensar sobre su deseo. Por la ventana verá a unos niños jugando al fútbol. La vida está en otra parte. (Roger Koza)
Érase una vez en Anatolia, de Nuri B. Ceylan, Turquía, 2011
158’ / +13
La sexta película del realizador turco (y extraordinario fotógrafo) Nuri Bilge Ceylan tiene un inicio formidable. Después de dos planos iniciales que transcurren en un bar, se ven unos autos en una zona montañosa. Es el atardecer. Allí van policías, sospechosos, testigos, un procurador, un médico y dos excavadores. Están buscando un cadáver y deben reconocer previamente el lugar donde fue enterrado. Sopla el viento, llueve, y después de una búsqueda infructuosa, al llegar a una aldea, la luz se cortará por la tormenta. Los relámpagos iluminan la oscuridad, y el médico y el procurador conversan sobre el caso de una mujer muerta, la pertinencia científica de las autopsias, la naturaleza de la mujer, y el suicidio como una forma de castigo a los otros. Ceylan trabaja en dos líneas: el suspenso de saber si se encontrará o no el cadáver, y una suerte de meditación sobre la soledad de los hombres y sus deseos incumplidos. En algún momento, un policía le dice al médico: “Si no tuviera familia y fuera más joven, tomaría mi mochila y me iría de viaje”. La formulación de ese deseo casi adolescente reverberará sobre las acciones que siguen. El final resulta un encuentro indirecto con lo ominoso, con la irrupción de lo siniestro. En un fuera de campo soberbio, el médico forense y su colega de la morgue practican la autopsia requerida. No se ve, se escucha, y entre el sonido de un cuerpo desmembrado Ceylan le impone al protagonista volver a pensar sobre su deseo. Por la ventana verá a unos niños jugando al fútbol. La vida está en otra parte. (Roger Koza)
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