¿Es posible acabar con los problemas sociales, o sólo se trata de un mito recurrente?

Artículo de Federico Rudolph, escritor y periodista amateur

...Me refiero a la desnutrición infantil, la inseguridad en las calles y nuestras casas, la pobreza extrema, la educación pública deficiente (en completa decadencia), la salud pública descuidada, la falta de obras destinadas a la generación de energía,  a la resolución del problema de la escasez de agua...

Los problemas que aquejan a la Argentina de hoy y que ayer pensábamos que era imposible que pudieran llegar a existir, aquí, en nuestro país o que creíamos superados desde hace años (razones por las cuáles, aún, no terminamos de aceptar su existencia) han comenzado a vislumbrarse (desde la óptica de los medios de prensa, del gobierno y del pueblo), desde hace largo rato, como imposibles de solucionar de manera concreta y definitiva.  Me refiero a la desnutrición infantil, la inseguridad en las calles y nuestras casas, la pobreza extrema, la educación pública deficiente (en completa decadencia), la salud pública descuidada, la falta de obras destinadas a la generación de energía,  a la resolución del problema de la escasez de agua, de la sobre explotación de los recursos naturales y a la creación de nuevas vías de comunicación y transporte, a la inflación, a la falta de empleo y oportunidades laborales, por citar algunos ejemplos (todos ellos innegables, le pese a quien le pese). Hallar los medios para contrarrestar estas carencias, tangibles y cercanas a todos, es la puerta para poder salir del pozo social, económico, cultural y político en el que estamos cayendo desde hace varios años (sin mucha vuelta atrás). El discurso oficial, la ingente propaganda y los discursos políticos, por supuesto, aseguran lo contrario. Los planes sociales no alcanzan; como, tampoco, son la solución que debemos esperar de parte del estado. No, al menos, si pretendemos convertirnos alguna vez en ciudadanos del “Primer Mundo”; lógica aspiración por parte de cualquiera. Al no encarar los problemas mencionados de la debida manera, nuestra supervivencia, como país competitivo, se escurre en nuestras manos y empezamos a creer, muy seriamente, que no existe salida posible. En apariencia, lo que sufrimos, individualmente y como pueblo, es nada más a causa de la crisis global que afecta a todos, sin distinción; crisis que intentan vendernos desde fuera y que propagan desde dentro.  El mensaje de este, y de otros gobiernos (en países similares al nuestro), es claro: “Estos problemas no existen o son magnificados por los comunicadores sociales”. La respuesta que ofrecen los estados, ante el justo reclamo de su gente, denota una gran ignorancia, incompetencia e impericia para manejarlos y acusa el desconocimiento que parecieran tener de la realidad, el origen de las lamentables situaciones por las que están pasando, las posibles soluciones y sobre como prevenir que vuelvan a ocurrir en un futuro (cercano y lejano).  El resultado de esta actitud, por demás, hipócrita, necia y egoísta, es muy evidente: acciones de gobierno espurias, insuficientes y absolutamente ineficaces. Día a día, comprobamos cómo, cada uno de estos problemas se agravan con mayor énfasis; y cómo, las medidas que toman los órganos de gobierno (nacionales, provinciales y municipales) no son, ciertamente, las más adecuadas para acabar con ellos. Medidas que, muchas veces, y a la vista de los expertos, resultan demasiado “ingenuas” e “inocentes”; que incluso, lindan con el límite de lo “irrisorio”, “vergonzoso” e “indignante”. Volviendo a los que nos toca, y a la luz de los hechos, no se ve con claridad que nuestro gobierno lleve a cabo las políticas que realmente nos “convienen” para acabar de una vez, y por todas, con estos flagelos de índole social, económico, político y cultural; y que no dejan de ser “reales” para quienes no formamos parte de la clase dirigente (por más que pretendan ocultar los mismos, minimizándolos o quitándoles atención e importancia, tal como lo hacen al atacar a quienes se atreven a mencionar cualquiera de estos temas en los medios).  En su lugar, el estado, propone soluciones momentáneas, que terminan por no resolver estas situaciones en sí mismas (de manera definitiva) y mucho menos, sirven para revertirlas o para impedir que vuelvan a ocurrir en el futuro inmediato y distante (son, tan sólo, medidas paliativas, que acaban por ser insostenibles en el tiempo). La acción del gobierno se limita a (y comienza a partir de) una mayor presión impositiva en la clase trabajadora media (que es la que sostiene al resto de los habitantes), dando como resultado el agravamiento de los problemas que pretenden solucionar y generando nuevas situaciones, contrarias a los intereses del pueblo y de igual magnitud que aquellas que decían atacar en un primer momento (basta recorrer las noticias publicadas en los diarios los últimos dos o tres años para darse cuenta).  Esto no es, para nada, nuevo. Las naciones antiguas siempre usaron este salvaje método para solucionar la gran parte de sus conflictos y falencias; era la manera en que se solventaban (y se siguen solventando), las guerras; es como se sostiene a la clase gobernante (de allí surgieron las tazas, los tributos y los impuestos); oprimiendo, avasallando y “quitándole” al pueblo, lo que genuinamente, es del pueblo. En toda la historia de la humanidad, Reyes, Faraones, Emperadores, Zares, Dictadores, Tiranos, Jefes de Clanes y Presidentes, no han escapado a su uso. Volviendo a retomar el hilo de esta discusión: ¿Por qué es necesario y prioritario para una nación determinar la raíz de estos y otros problemas sociales? ¿Qué es lo que aporta a un país acabar de manera definitiva con ellos? ¿Cuál es el beneficio a corto, mediano y largo plazo? ¿A quién beneficia? ¿Existen soluciones alcanzables y sostenibles en el tiempo? ¿Es necesario contraer una mayor deuda pública para poder alcanzar estas soluciones? ¿Existen, efectivamente, soluciones reales a los problemas sociales? ¿Se pueden prevenir estos problemas? ¿Está el estado capacitado para generar las políticas suficientes y necesarias para lograr estos objetivos? ¿Son parte de nuestra política como nación y como pueblo? ¿Cómo pueden, los ciudadanos, brindar ayuda y colaborar en la consecución y ejecución de soluciones y alternativas de solución para estos flagelos? ¿Siquiera el estado se plantea a sí mismo el problema? Pocas veces encontramos la respuesta a estas preguntas; para muchos, no son más que meros planteos filosóficos, ajenos a la realidad diaria; o utopías, muy, pero muy, difíciles de alcanzar. Lo cierto es que terminar con todos nuestros problemas de orden social-existencial, favorecería ampliamente nuestro crecimiento como nación, como estado independiente y como potencia mundial (hoy no lo somos; aunque todavía creamos que sí). ¿Qué tienen que ver estos problemas que, pareciera, no son sino parte intrínseca de nuestra cultura como nación y como pueblo, con respecto al crecimiento económico de nuestro país? Pues, todo.  Sino somos capaces de solventar y asegurar nuestras necesidades primordiales; es imposible que podamos crecer. Si el estado se encarga de someter a la mayoría en beneficio de unos pocos (como solución frecuente a cualquier conflicto), siempre estaremos detrás de los problemas sin poder levantar la cabeza y ver que hay más allá. Nuestro horizonte, en consecuencia, se encuentra más que limitado. La precariedad en la que vivimos es signo inequívoco de la falta de interés del gobierno en nuestro crecimiento (aún cuando el discurso sea otro). Diversos factores contribuyen a que no seamos capaces de saber si podemos o no superar nuestros problemas: la falta de valores a nivel individual y grupal, la falta de colaboración desinteresada de la mayor parte de los individuos que conforman la sociedad actual, la permanente preocupación de la gente por priorizar sus intereses personales en detrimento de los intereses de nuestro país (falta de patriotismo), y otros que conocemos. Todo suma (o resta, en éste, el peor de los casos). Se dice que estos problemas son insolubles. Yo me pregunto, ¿es verdaderamente así? Si nos guiamos por los planes que tiene el gobierno; si nos basamos por la realidad que tratan de crear los medios; si tomamos la historia y la analizamos “grosso modo”, la conclusión a la que llegamos es que: estos problemas siempre existieron y seguirán existiendo (con mayor o menor amplitud).  Pero, si consideramos los casos de éxito (los cuales parecieran ser pocos y que rara vez captan la atención de la prensa o del gobierno), es posible erradicar plenamente cualquier problema que se nos plantee.  Casos como el de Chile, San Luis o las Asociaciones sin fines de lucro son más que suficientes para entender y dar en tierra con la creencia constante de que “no todo es posible, mucho menos terminar con los problemas de orden social”. Existen en Argentina, innumerable cantidad de ONG que se dedican a combatir estos males; con recursos propios, con el apoyo de otras organizaciones de carácter mundial, a través de la colaboración de docenas de empresas, cientos de benefactores particulares y miles de personas totalmente desinteresadas que lo hacen posible. El gobierno, se limita a ofrecerles subsidios miserables que no alcanzan para su sostenimiento. La tarea de encontrar solución a los problemas de la vida cotidiana de la gente, que le compete al estado; está hoy en manos de estas Organizaciones. Sin embargo, las cifras que obtienen como resultado (si bien porcentualmente son muy altas), no alcanzan a ser significativas (si las tomamos sobre el total de la población del país o sobre el total de los municipios y comunas donde surgen estos problemas).  Por poner un ejemplo: Asociaciones como CONIN (con 18 años de existencia, a la fecha), destinada a la lucha contra la desnutrición infantil, a logrado recuperar solamente 650 desnutridos graves desde el año 2002, con un aporte más que insuficiente de parte del estado.  Considerando que “ocho niños menores de cinco años mueren por día en la Argentina por desnutrición”, tal como denunciara en su momento Juan Carr (líder de la Red Solidaria e integrante del Centro de Lucha contra el Hambre), vemos que estos resultados, son casi una “ilusión”. Vuelve entonces a surgir la duda si realmente resulta posible combatir la desnutrición infantil a gran escala, por ejemplo. Tenemos la certeza de que Chile ha logrado mucho en ese aspecto. El secreto: “Hacer propios estos problemas” a través de la constitución, la planificación, el establecimiento y la ejecución de políticas de estado que lo hagan posible. No basta, entonces, con que terceras instituciones quieran tomar el toro por las astas; hace falta que el gobierno se involucre verdaderamente como actor y disponga los mecanismos y los recursos necesarios para construir un “modelo de país” que apunte al crecimiento integral, tomando como base a la persona desde el punto de vista ético, moral; pero, también, considerando el potencial del capital humano que es capaz de producir. De este modo, todos valemos y nadie es prescindible. El crecimiento está asegurado. ¿Quiénes tienen la suficiente capacidad para llevar adelante estas políticas? ¿Son los gobernantes, quizás? Pues no. La mayoría ha demostrado repetidamente no contar con el conocimiento, la experiencia ni la capacidad para hacerlo. Resulta necesario cambiar la forma de pensar (“yo” puedo con todo) y utilizar, de la mejor manera y en el mejor sentido, a quienes ya están y han demostrado resultados viables. La existencia de estas organizaciones, son la prueba de que el estado no lo puede hacer por sí sólo.  Como muestra, estos son los nombres de 50 argentinos (tomadas de la lista de “Emprendedores Sociales” de Ashoka Argentina) que sí han demostrado, y continúan demostrando, que “acabar con los problemas sociales, es absolutamente posible” y algunas de las organizaciones para las cuales trabajan:  Abel Albino, Ricardo Bertolino, Carolina Biquard, Martin Brendan, Néstor Busso, Marcelo Caldano, Juan Carr, Lucas Chiappe, Alan Clutterbuck, Alberto Croce, Alicia Cytrynblum, Sacha Domenech, Elena Durón, Fabián Ferraro, Pilar Ferro, Aex Freyre, Dario Funes, Gustavo Gennuso, Diego Gonzalez Carvajal, Jorge Gronda, Edith Grynszpancholc, Bobo Killmeate, Rafael Kopta, Dario Kosovsky, Corina Lang, Miguel Larguía, Carmen Llanquin, Raúl Lucero, José Lumerman, Alfredo Olivera, Pablo Ordoñez, Rubén Pablos, Beatriz Pellizari, Raquel Robles, Roberto Saba, Victoria Shocrón, César Silveyra, Jorge Strada, Julio Vacaflor, Alberto Vazquez, Silvana Veinberg, Marcelo Viale, Dario Witt, Guillermo Worman. Fundación Huerta Niño, Ashoka Argentina, Fundación CONIN, Red Solidaria, Fundación Compromiso (y hay más)… Cuando empecemos a ver estos nombres entre las listas de legisladores, ministros, secretarios, agentes y funcionarios de gobierno; y siempre que se les permita llevar estos mismos planes a nivel global, tal como lo vienen haciendo por medio de las ONG a las cuales pertenecen, habremos dado el primer paso en nuestro crecimiento.  Mientras estos nombres continúen ocultos para la mayoría de nosotros, seguiremos en las vías del subdesarrollo sin posibilidad de salir adelante y de convertirnos en la Argentina que todos queremos ser. 

 

Por: Federico Rudolph. Librepensador, escritor y periodista amateur independiente.  

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3 comentarios de lectores

  1. silvia cerino10/03/2011 10:07

    Señor muy acertada su observacion. Atte. Daniel Ponce

  2. Diana Ceballos de Masento11/03/2011 08:21

    Excelente nota!!!

  3. silvia cerino12/03/2011 01:19

    Se me paso por alto el decir que en La Cumbre en especial ya que es nuestro lugar de residencia y luego argentina. Todos quedamos de acuerdo en que estamos en un pozo, pero tenemos que ponernos de acuerdo en que cada uno de nosotros en lo individual tene