El diamante blanco, de Werner Herzog, EE.UU.-Alemania-Francia-Bélgica-Italia, 2004

25 de julio, a las 20 h: PELÍCULA DEL MES en Giardino

En esta ocasión, Herzog elige examinar a fondo el deseo de volar, ese devenir pájaro de nuestra especie a menudo banalizado como una metáfora (muerta) de libertad.

Más que la proeza de vencer la gravedad, lo que le interesa a Herzog es la obsesión como conducta, la aventura como modo de vida y el cine como una obstinada tarea de captura orientada a obtener imágenes desconocidas de nuestro mundo. Ya en el prefacio del film, una breve introducción a la historia de la aviación, un fascinante material de archivo permite visualizar la experiencia de uno de los primeros pasajeros de la historia. Un plano fijo muestra a un hombre colgado de las ruedas de un avión. Más adelante, Herzog posará su lente sobre animales salvajes de una región selvática de Guyana, primerísimos planos sobre anfibios inclasificables que develan un mundo, aunque no todo debe ser exhibido, como lo sugiere un lugareño después de que un camarógrafo del equipo registre una zona sagrada. El guía de la expedición es Graham Dorrington, un ingeniero aeronáutico, a bordo de un dirigible con una misión doble: volar sobre las copas de unos árboles pletóricas de riqueza biológica aún inexplorada por la ciencia y purgar su culpa respecto de la muerte del documentalista Dieter Plage en 1992 tras la falla de un dirigible diseñado por Dorrington. Herzog, sin embargo, prestará atención a otros personajes secundarios, en especial a un rastafari con familiares en España, un típico excéntrico del universo simbólico de Herzog, quien considera a su gallo un verdadero compañero de vida y conoce los secretos de ese paraje perdido en la nada. El diamante blanco es otro viaje perceptivo del creador de Fitzcarraldo, un memorándum filosófico sobre el extraño prodigio de ver, percibir y ser percibido.

 

VILLA GIARDINO: EN EL TEATRO ALEJANDRO GIARDINO

PELÍCULA DEL MES

Mediometraje, en el horario especial de las 19 h: Aki Kaurismäki (55’), de Guy Girard, Francia, 2000

Roger Koza

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