En cinceclub: Santiago, de João Moreira Salles, Brasil, 2007
EN EL TEATRO ALEJANDRO GIARDINO, 27 de junio, 20 hs
Cortometraje: La tierra quema (12’), de Raymundo Gleyzer, Argentina, 1964 El gran desafío para cualquier cineasta que intente filmar una realidad social distinta a la suya es poder interrogar (y evidenciar) su conciencia de clase, que en el cine se expresa en la puesta en escena
João Moreira Salles, hermano del reconocido realizador Walter Salles (Diarios de motocicleta) e hijo de un diplomático y ministro, decide retomar un proyecto pretérito: el retrato fílmico de su mayordomo, un argentino que se crió en el campo y que vivió por décadas con la familia aristocrática del director en una mansión de Río de Janeiro.
Este hombre solitario llamado Santiago, ligeramente amanerado y de una memoria prodigiosa, no solamente hablaba seis idiomas, amaba la pintura de Giotto y la música de Wagner, sino que además dedicó toda su vida a escribir una suerte de historia universal de la aristocracia planetaria de más de 30.000 páginas, una empresa extraña para un sirviente, y en perfecta consonancia dialéctica con la empresa de Salles: filmar la servidumbre. Las intervenciones de Santiago son enciclopédicas y existenciales; los aportes discursivos en off de Salles son poéticos y filosóficos. Santiago es un prodigio cinematográfico y una irremplazable clase magistral de cine. Cuando el director explicita (más bien confiesa) por qué jamás ha utilizado el primer plano del rostro de su protagonista se revela el significado preciso de la puesta en escena. El plano es la conciencia del director, decía Deleuze. Ninguna otra película que conozco ha dado cuerpo como Santiago a esa declaración abstracta pero tan tangible y, si se quiere, sabia, que no puede sino conmover y advertir cuán difícil es imaginar la vida de los otros. (RK)
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