El fuego se va, las cenizas quedan. Se cuantifican los daños?
Estrategia que minimice los efectos del arrastre de cenizas?
Entre los efectos esperables de los incendios en Córdoba aparecen las cenizas, que bajarán a ríos y lagos, la erosión en las sierras y su menor retención de agua.Se prevén medidas para reducir este impacto. Basta con recorrer los cerros que quedaron vestidos de gris y negro en Los Cocos y La Cumbre
Con cada incendio, los lagos además van reduciendo su volumen, porque se acumulan en sus lechos los restos que arrastran los ríos y arroyos afluentes. En Capilla del Monte, por ejemplo, la empresa municipal que distribuye el agua y que decretó la emergencia hídrica por la bajante del dique Los Alazanes, calcula que el lago, del que se abastece esta ciudad, tiene hoy un volumen de unos 137 millones de litros, pero, en realidad, 37 millones no son de agua sino sedimento formado por cenizas de incendios de otros años, tierra y restos de la deforestación de la zona.
En Achiras, sobre las sierras del sur y donde el fuego arrasó una importante superficie este invierno, el Ministerio de Agricultura y Ganadería provincial relevó esta semana la zona "para comenzar con los trabajos que permitan disminuir el impacto ambiental que puedan generar las lluvias de primavera", según expresó en un comunicado. Adelantó que se buscará trazar, con otras reparticiones provinciales, "una estrategia a corto plazo que minimice los efectos del arrastre de cenizas y de suelo hacia los cauces de ríos y arroyos, que son fuentes de abastecimiento de agua potable para las poblaciones de esta región".
En ese marco, planifican la construcción de microembalses que atenúen el paso de esos restos arrastrados por las aguas "para evitar la contaminación de la cuenca y de la represa de Achiras", explicaron.
Marche un comité
Desde el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de Córdoba se anticipó en tanto que se conformará en los próximos días un Comité de Emergencia, junto a las áreas de Ambiente y Defensa Civil, reeditando la experiencia del año pasado, cuyo fin será "preservar, por encima de todas las cosas, el agua de consumo humano".
Nadie duda de que hacen falta lluvias. Primero, para reducir el riesgo de más incendios y luego, para empezar a generar las condiciones para que los pastizales y otras plantas puedan restablecerse sobre los suelos quemados. Pero la paradoja es que si esas lluvias son torrenciales, arrastrarán las cenizas y restos esparcidos con mayor facilidad por las pendientes serranas.
No se trata sólo de que ríos y lagos se enturbien y degraden. Sino de que los suelos de las laderas serranas, sin la cubierta vegetal bajo cuya protección se desarrollaron, quedaron expuestos a la erosión y al lavado. Así, empobrecidos y reducida su capacidad para retener agua, son menores las posibilidades que tienen de desarrollar nueva vegetación. De las medidas urgentes que se puedan tomar para restaurar esos ambientes dependerá que el daño no sea tan profundo.
Los incendios provocan una deforestación adicional a la ya existente. Y sin masa verde en las sierras, se pierde cada vez más la capacidad de retener y "fabricar" el agua que luego abastece a casi todos los cordobeses. El cuadro se completa con esa consecuencia: la menos visible en el corto plazo, pero la más relevante en el mediano.
El tanque averiado. Mejor lo explica el biólogo Ricardo Suárez, director de la ONG Proyecto de Conservación y Reforestación de las Sierras de Córdoba: "La ausencia de cobertura vegetal, quemada por el fuego, hará que el suelo absorba menos agua. Eso le va quitando el efecto esponja que tiene la capa de tierra.Al no retener el agua de lluvia, ésta se va hacia ríos y arroyos de una sola vez, erosionando además el suelo, lavando las laderas. Con vegetación, con bosque, el agua es más retenida y alimenta las vertientes que la ofrecen luego durante buena parte del año".
De alguna manera, los incendios tienen el mismo efecto que la deforestación que viene sufriendo Córdoba. Pero con mayor rapidez y sumando el problema de las cenizas.
Sánchez señaló que esas cenizas "evidentemente" degradan el agua de ríos y lagos. "Por un lado se produce una contaminación física, porque se taponan filtros y plantas de potabilización, aumentando además el costo de esa explotación. Por otro, al oscurecer el agua, favorecen el desarrollo de bacterias. A la vez, aumenta la acidez. A eso hay que sumarle que los lagos reciben exceso de sedimentos que van restándoles capacidad".
Respecto de lo que se debería hacer sobre el daño ya provocado, el biólogo que creó una entidad civil dedicada a reforestar las sierras sugiere iniciar un plan abarcativo con tareas de remediación y restauración de la flora, replantando especies y evitando, siempre pero sobre todo en estas condiciones, el pisoteo por ejemplo de ganado, que agudizaría aún más la degradación del suelo.
Difícil de dimensionar. José Vélez, miembro de Aproas (Asociación de Protección del Ambiente Serrano) opinó desde Calamuchita que aunque aún no están medidas las consecuencias que dejó el fuego, no hay dudas de que son "muy serias".
"Las lluvias hacen falta porque permiten el rebrote, pero la ceniza en exceso queda suelta y será arrastrada ya que las sierras están muy desnudas, y todo desemboca, en esta zona, en los lagos de Embalse o Los Molinos", apuntó.
Vélez señaló que será muy difícil cuantificar la disminución en la fauna.
Otro daño –el que está más a la vista– sobre todo en las zonas turísticas, es el vinculado al paisaje. ¿Cómo se cuantifica ese perjuicio? Para comprobarlo basta con recorrer los cerros que quedaron vestidos de gris y negro en la zona de Los Cocos y La Cumbre, en Punilla, o transitar la ruta 5 que atraviesa Calamuchita en el largo trecho quemado entre el dique Los Molinos y el de Embalse.
El fuego pasó. Pero el daño que provoca va más allá, en tiempo y efectos, de las imágenes impactantes de árboles encendidos, propiedades quemadas y humo agobiante.
La Voz del Interior
En Achiras, sobre las sierras del sur y donde el fuego arrasó una importante superficie este invierno, el Ministerio de Agricultura y Ganadería provincial relevó esta semana la zona "para comenzar con los trabajos que permitan disminuir el impacto ambiental que puedan generar las lluvias de primavera", según expresó en un comunicado. Adelantó que se buscará trazar, con otras reparticiones provinciales, "una estrategia a corto plazo que minimice los efectos del arrastre de cenizas y de suelo hacia los cauces de ríos y arroyos, que son fuentes de abastecimiento de agua potable para las poblaciones de esta región".
En ese marco, planifican la construcción de microembalses que atenúen el paso de esos restos arrastrados por las aguas "para evitar la contaminación de la cuenca y de la represa de Achiras", explicaron.
Marche un comité
Desde el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de Córdoba se anticipó en tanto que se conformará en los próximos días un Comité de Emergencia, junto a las áreas de Ambiente y Defensa Civil, reeditando la experiencia del año pasado, cuyo fin será "preservar, por encima de todas las cosas, el agua de consumo humano".
Nadie duda de que hacen falta lluvias. Primero, para reducir el riesgo de más incendios y luego, para empezar a generar las condiciones para que los pastizales y otras plantas puedan restablecerse sobre los suelos quemados. Pero la paradoja es que si esas lluvias son torrenciales, arrastrarán las cenizas y restos esparcidos con mayor facilidad por las pendientes serranas.
No se trata sólo de que ríos y lagos se enturbien y degraden. Sino de que los suelos de las laderas serranas, sin la cubierta vegetal bajo cuya protección se desarrollaron, quedaron expuestos a la erosión y al lavado. Así, empobrecidos y reducida su capacidad para retener agua, son menores las posibilidades que tienen de desarrollar nueva vegetación. De las medidas urgentes que se puedan tomar para restaurar esos ambientes dependerá que el daño no sea tan profundo.
Los incendios provocan una deforestación adicional a la ya existente. Y sin masa verde en las sierras, se pierde cada vez más la capacidad de retener y "fabricar" el agua que luego abastece a casi todos los cordobeses. El cuadro se completa con esa consecuencia: la menos visible en el corto plazo, pero la más relevante en el mediano.
El tanque averiado. Mejor lo explica el biólogo Ricardo Suárez, director de la ONG Proyecto de Conservación y Reforestación de las Sierras de Córdoba: "La ausencia de cobertura vegetal, quemada por el fuego, hará que el suelo absorba menos agua. Eso le va quitando el efecto esponja que tiene la capa de tierra.Al no retener el agua de lluvia, ésta se va hacia ríos y arroyos de una sola vez, erosionando además el suelo, lavando las laderas. Con vegetación, con bosque, el agua es más retenida y alimenta las vertientes que la ofrecen luego durante buena parte del año".
De alguna manera, los incendios tienen el mismo efecto que la deforestación que viene sufriendo Córdoba. Pero con mayor rapidez y sumando el problema de las cenizas.
Sánchez señaló que esas cenizas "evidentemente" degradan el agua de ríos y lagos. "Por un lado se produce una contaminación física, porque se taponan filtros y plantas de potabilización, aumentando además el costo de esa explotación. Por otro, al oscurecer el agua, favorecen el desarrollo de bacterias. A la vez, aumenta la acidez. A eso hay que sumarle que los lagos reciben exceso de sedimentos que van restándoles capacidad".
Respecto de lo que se debería hacer sobre el daño ya provocado, el biólogo que creó una entidad civil dedicada a reforestar las sierras sugiere iniciar un plan abarcativo con tareas de remediación y restauración de la flora, replantando especies y evitando, siempre pero sobre todo en estas condiciones, el pisoteo por ejemplo de ganado, que agudizaría aún más la degradación del suelo.
Difícil de dimensionar. José Vélez, miembro de Aproas (Asociación de Protección del Ambiente Serrano) opinó desde Calamuchita que aunque aún no están medidas las consecuencias que dejó el fuego, no hay dudas de que son "muy serias".
"Las lluvias hacen falta porque permiten el rebrote, pero la ceniza en exceso queda suelta y será arrastrada ya que las sierras están muy desnudas, y todo desemboca, en esta zona, en los lagos de Embalse o Los Molinos", apuntó.
Vélez señaló que será muy difícil cuantificar la disminución en la fauna.
Otro daño –el que está más a la vista– sobre todo en las zonas turísticas, es el vinculado al paisaje. ¿Cómo se cuantifica ese perjuicio? Para comprobarlo basta con recorrer los cerros que quedaron vestidos de gris y negro en la zona de Los Cocos y La Cumbre, en Punilla, o transitar la ruta 5 que atraviesa Calamuchita en el largo trecho quemado entre el dique Los Molinos y el de Embalse.
El fuego pasó. Pero el daño que provoca va más allá, en tiempo y efectos, de las imágenes impactantes de árboles encendidos, propiedades quemadas y humo agobiante.
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