"Muchos poderosos de la droga son unos canallas"
Entrevista a Santiago Olivera, obispo de la Diócesis Cruz de Eje
Por José Hernández
"Jamás hubiera imaginado estar acá", dice Santiago Olivera, recordando cuando, un año atrás, desembarcó como obispo de la diócesis de Cruz del Eje, que además de este departamento del noroeste comprende los de San Alberto, Minas, Pocho, San Javier y Punilla norte. Una zona en la que no faltan desigualdades sociales y carencias, y que marca diferencias con el cargo anterior que revestía, como vicario general de Morón (Buenos Aires).
Con 50 años, Olivera llegó a obispo y al empobrecido noroeste cordobés. Hace un año que reemplaza a Félix Omar Colomé, quien por 24 años desandó los caminos de esta región con su poncho al hombro.
"Le admiro a Colomé que donde tuvo que estar, estuvo. Se jugó cuando debió jugarse socialmente en defensa de su pueblo", dice Olivera con la mirada puesta en los grandes ventanales del Obispado de Cruz del Eje. Y corta la charla para entregar un ejemplar de su libro Navega mar adentro. Reflexiones y enseñanzas de monseñor Justo Laguna, editado por Sudamericana.
Mate en mano, ensaya una disculpa: "Hace apenas un año que estoy en esta inmensidad, soy un ‘bebé’ todavía, no faltará oportunidad para que volvemos a conversar y con mayor conocimiento".
–¿Cómo observa las necesidades sociales de esta diócesis, que no son pocas?
–Lo que noto en muchos pueblos son carencias de agua y luz. Y pienso que los gobernantes deben poner más énfasis en los caminos: no se puede acceder al progreso sin comunicación. La ausencia del ferrocarril me produce una gran pena: condenaron a los pueblos a morir y a los jóvenes a emigrar. Como me produce pena la presencia de casas-rancho o el aislamiento en que vive mucha gente aún, presa de los guadales. Otro tema regional importante es la preservación de los bosques serranos y en lo social me estoy internando en la problemática de la tenencia de las tierras, por la falta de títulos registrales de mucha de esta gente. Acá hay que apostar a que los campesinos tengan su tierra. He visitado Serrezuela y veo con alegría la tarea del padre Mario Sánchez en esa zona. La Iglesia siempre se debe encontrar al lado de los pobres, de los desposeídos, sin violencia. Es todo un desafío descubrir que la doctrina social de la Iglesia no es un manual: tenemos que trabajar para que haya más escuelas, más igualdad de oportunidades.
–¿Qué opinión le merecen las organizaciones para pequeños campesinos del norte cordobés y su tarea en defensa de la tierra?
–Debo reconocer que ha hecho mucho Apenoc (Asociación de Campesinos del Noroeste Cordobés). Ha trabajado por el bien común, ha sacado al campesino de su búsqueda personal para encauzarlo por las comunidades. Pero esta no debe ser una lucha agresiva. Quizá hace falta un espíritu más de diálogo, porque la democracia es mucho más que ir a votar. Con todo respeto lo digo: deben ser más positivos, deben sacarle a su discurso esa sensación que a algunos puede cansar de corte setentista que intentan imponer. Hay que combatir y luchar, en el buen sentido.
–¿Qué impresión le causan los gobernantes y la gente de la región?
–En primer lugar, estoy contento con los sacerdotes como con los laicos que se acercan, algunos más que otros; es una diócesis muy extensa. Pero lo que más me conmueve es el cariño y la cordialidad de la gente, es emocionante. En relación a los gobernantes, especialmente de las pequeñas comunas, mi primera impresión es la diferencia abismal respecto del lugar del que provengo. Me conmueven los jefes de pequeñas comunas que trabajan por sus pueblos, muy austeros y con muy pocos recursos, aunque alguno meta la pata. Es una pena que ellos también sufran el clientelismo político, que se traslada desde arriba a los estamentos menores.
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